A`udhu billahi min ash-shaytân ir-raŷîm
Bismillahi 'r-Rahmani 'r-Rahîm
Cuentan que una mañana de primavera, un hombre cogió un pájaro por medio de un cepo. Atrapado, el pájaro le habló a su captor de la siguiente manera:
-Noble señor, has comido muchos bueyes y corderos, has sacrificado innumerables camellos, y, nunca has quedado saciado, tampoco lo vas a quedar conmigo. Déjame ir y a cambio puedo darte tres consejos, a fin de que veas si soy sabio o estúpido. El primer consejo te lo diré posado en tu mano, el segundo en tu tejado, y el tercero en un árbol. Déjame partir, pues estos tres consejos te traerán la prosperidad.
Aquel buen hombre consintió en llegar a un acuerdo con el pájaro y le pidió que le diera el primer consejo.
-El primero, que he de decirte en tu mano es este: “No creas un absurdo cuando se lo oyes a alguien”
Cuando el pájaro hubo anunciado el primer consejo en la palma de la mano, fue liberado y fue a posarse en el muro de la casa y dijo:
-El segundo consejo es: “No te aflijas por lo que ha pasado, ya que cuando ha pasado no debes sentir pesar”
Dicho esto el pájaro prosiguió:
-En mi cuerpo hay escondida una enorme perla preciosa de diez kilos de peso. Tan cierto como que estás vivo, esta joya era tu fortuna y la suerte de tus hijos. Se te ha escapado esta perla, pues no estaba en tu destino el adquirirla, esta perla que no tiene igual en este mundo.
Al escuchar tamaña aseveración y viendo con estupor que se le había escapado la fortuna de sus manos, el cazador comenzó a dar gritos y a lamentarse de su mala suerte.
Al observar la actitud del hombre el pájaro le dijo:
-¿No te había aconsejado que no te afligieras por lo que ha pasado? Puesto que es algo pasado y terminado ¿por qué te apesadumbras? O bien no has comprendido mi consejo, o eres sordo. Y tampoco has recordado el primer consejo que te he dado, o sea “No creas una afirmación absurda” Oh, buen hombre, yo mismo no peso diez kilos, ¿cómo puede haber dentro de mí una perla tan grande?
El hombre se recobró y le pidió al pájaro:
-Oye, dime ahora el tercero de los consejos excelentes.
-Bueno – dijo el pájaro – ¡has hecho tan buen uso de los otros dos consejos que te he dado, que no veo por qué habría de darte el tercer consejo en vano!
Dar un consejo a un ignorante, es sembrar en terreno baldío.